La Cultivada, visión holística de la agricultura

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Por Mar de Alvear

Elena Vecino recorrió diversos países y volvió a su lugar de origen para desarrollar un proyecto que dice mucho de su forma de estar en el mundo. El aceite de La Cultivada es orgánico y de máxima calidad. 

Hace 12 años, vivía en São Paulo y colaboraba con una galería de arte. Entonces registró la marca La Cultivada. A través de ella pretendía “ser eco del sentido noble de la agricultura y de un nuevo paradigma agrícola y humano, donde los valores femeninos estarían más presentes”.

Buscó una imagen como inspiración y encontró la lechuza, asociada a su marca porque “simboliza el conocimiento. Ve en la noche, allí donde nadie ve y es la fiel compañera de Palas Atenea, diosa griega de la Agricultura y de las Artes que ganó la ciudad de Atenas gracias al Olivo”, explica. 

Muchos mundos

La Cultivada está vinculada a muchos mundos: la agroecología y la biodinámica; la dieta mediterránea; la salud preventiva de una buena nutrición; la gastronomía... Por ello, elaboran sus aceites fusionando técnicas contemporáneas con conocimientos ancestrales basados en los ritmos de la naturaleza. Porque, en su opinión: “Necesitamos producir y consumir de forma sensata y sabia, conservando los recursos naturales”.

Es un producto agrícola y artesanal y, como tal, está subordinado a las variedades cultivadas; a las peculiaridades de los terrenos y de los climas; y a las técnicas productivas que influyen en su especificidad. Se produce con mucho cuidado y por un equipo humano con vínculos personales entre ellos, donde el trabajo se despliega de acuerdo con un sistema de industria sostenible. Ellos y ellas creen en lo que hacen y son eslabones de un comercio consciente.  

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Tradición y artesanía

Elena nació en Sevilla y su familia materna durante varias generaciones ha tenido olivares y otros cultivos en la provincia de Córdoba. Así, ella se considera heredera del amor al olivo y ese sentimiento, confiesa, le ha dado la energía precisa para llevar a cabo un proyecto de vocación artesanal. 

“Somos la primera generación del cambio, que practica la agricultura ecológica y biodinámica, al menos de una forma explícita, ya que en las generaciones anteriores no existía esta conciencia de conservación de los recursos naturales”, explica.

Sus aceites son vírgenes extras, auténticos zumos de aceitunas. Son sabrosos y muy frescos, cada uno con un sabor propio y matices diversos: a plátano verde, a planta tomatera y a otras hierbas aromáticas. Son aceites exquisitos, sin duda. 

Salud y sostenibilidad

En La Cultivada anteponen la calidad a los meros criterios de eficacia de mercado. “Nuestro cliente es aquel que valora la excelencia en la calidad de un producto, que no quiere que le den gato por liebre. Le importa lo que come, pero también se preocupa por la salud de su cuerpo, y no quiere seguir consumiendo agro-tóxicos. Exige transparencia en la cadena de producción para poder llegar al origen del producto”, indica.

Existe un término esencial para ella: sostenibilidad. “Sin ella, no hay futuro posible en este planeta, ni a nivel ambiental ni a nivel de relaciones humanas”, argumenta. Y reflexiona: “Hemos de despertar la conciencia sobre el cuidado del planeta, tanto la tierra como todas las especies que habitan en ella. Hemos de aprender a pensar a largo plazo y más allá de nuestros deseos egoístas e inmediatos. Aprender a consumir con conciencia y responsabilidad, acabar con un consumo desmedido y sin sentido. Acabar con el usar y tirar, y con el concepto low cost, ¿realmente es barato algo que cuesta tan caro al planeta?”. 

Ella, como consumidora, exige veracidad, necesita calidad y celebra la artesanía. Es por supuesto lo que también brinda a través de sus aceites, que son excepcionales. Y verdaderamente ricos.