Juan Tallón: “Soy muy bueno empeorando cualquier receta de mi madre o mis abuelas”

Portada de "Rewing". Ilustración: Marc Pallarès

Portada de "Rewing". Ilustración: Marc Pallarès

Foto: Pablo Araújo

Foto: Pablo Araújo

Muchas veces, la cultura viene del estómago. Lo que comíamos de niñas nos cuenta también lo que somos hoy. En esta sección, entrevistamos a personas relevantes de la cultura, de aquí y de allá, como muestra de que en la variedad está la conexión, la diversión y la riqueza.

HOY, HABLAMOS CON JUAN TALLÓN, periodista y escritor, autor de libros como ‘rewind’ (anagrama, 2020).

¿Qué comida asocias a tu infancia?

La comida en mi infancia está íntimamente unida, en primer lugar, a la merienda. Nueve de cada diez días merendaba Nocilla con chorizo. Aquel bocadillo quedó bautizado como “nocichori”. Cada vez que pronuncio ese nombre aún me estremezco, no sé por qué. Mi padre miraba siempre mi bocadillo con una especie de asombro. No lo decía, pero yo sabía que pensaba: “No sé cómo puedes comer esa mierda, chaval”. Creo que es lo mismo que pienso yo hoy, en perspectiva. Mis otros recuerdos de infancia, a la hora de comer, tienen que ver con todas las cosas que no me gustaban, y que mis padres me hacían comer, zanjando las discusiones con una frase muy resolutiva: “No hay otra cosa, tú verás”.

Cuando estás viajando, o estás fuera, y vuelves a casa, ¿a qué restaurante o bar vas?

Cuando estoy de viaje, y regreso, intento comer en casa algunos de mis horribles platos. Dos días fueran bastan para que añore mi casa, mi nevera, incluso mi marca preferida de yogures, sin los que algunos días creo que no podría vivir. Comprobarás que me gusta exagerar, menos en el hecho de que cocino mediocremente platos que después como con hambre, más que con gusto.

Si te entrevistase el New Yorker, y te preguntase por un plato de tu tierra, ¿cuál les diría que es? No tiene que ser el más típico.

Definitivamente le hablaría a The New Yorker de los grelos. Y, ni que decir cabe, para dejar al periodista desconcertado, quizá con ganas correr hacia una papelera, o al baño, le hablaría del “bandullo”. Le explicaría que se trata del estómago del cerdo, relleno de costillas adobadas, ligeramente picante, y que no cualquier puede degustar. Es una comida que pertenece a un mundo casi perdido.

¿Sabes cocinar alguna receta que se hiciese en tu familia?

Modestamente, soy muy bueno empeorando cualquier receta que antes hayan preparado mi madre o mis abuelas. Cocino desde los 18 años y, qué más me da confesarlo, lo hago bastante mal. No he aprendido nada. Es un fenómeno digno de estudio: en la cocina nunca me ha servido de mucho la experiencia. Toda la vida cocinando y no sé hacer nada especialmente bien. Es triste… Ahora que lo pienso mejor, hay un plato que preparo dignamente, y que ni siquiera tiene nombre. Mi pareja lo llama “eso que haces con verduras”. Es todo tristísimo, en efecto.