FAM: Narrativa neorrural para urbanitas
Por Sofía Soler
Una familia de tres. Un trío de ases: agricultura, cocina y diseño. El proyecto FAM se presenta en Instagram bajo la etiqueta de “Narrativa neorrural para acercar a los urbanitas al campo” y es una ventana fresca a la personalidad de la huerta valenciana.
La huerta valenciana no tiene mucho que ver con esa ruralidad aislada e idílica que muchas veces se plantea. Sus campos están a apenas kilómetros de la ciudad y, de hecho, se cuelan en esa megalópolis más o menos continua que es el corredor mediterráneo.
“Hay un dato muy curioso: la de Valencia es una de las seis huertas periurbanas que quedan en Europa que sean cultivables. Es maravilloso poder tenerlo aquí. Muchos años hemos estado dándole la espalda, sin atender ese territorio y comiéndolo con la construcción. Es casi terrorista”.
La que habla es Ana, la joven valenciana detrás de FAM. Un buen día, tras hablar con sus padres sobre el modo de vida que comparten en su casa en Xátiva, decidió plasmarlo en un proyecto de comunicación y divulgación sobre eso que llama “neorruralidad”.
Neorruralidad
La propuesta en Instagram es sencilla: tres imágenes, tres pilares en representación de cada uno de ellos. Edu, el padre, la agricultura. Rosa, la madre, la cocina. Y Ana, la hija, el diseño.
Entre los tres tejen un hilo que comienza en la tierra, con los alimentos que cultiva su padre. Continúa con su madre, que los cocina y los reinterpreta desde la cultura gastronómica valenciana. Y termina con Ana, que finalmente crea una imagen, abstraída y descontextualizada de esos alimentos. El final del ciclo.
El proyecto tiene un irremediable afán divulgador. Tanto es así, que en la breve conversación que mantenemos, me cuela una rápida explicación de cómo convertir los caquis en persimon, al madurarlos con alcohol, como le enseñó en su padre.
FAM no solo ha conseguido una buena acogida en Internet. Antes de la pandemia, llegaron a organizar una comida multitudinaria: Dinars Fam. En una mesa corrida en el campo, urbanitas y rurales compartieron sobremesa. Y ya no es solo por la coincidencia del nombre con nuestro proyecto, es que ya sabéis lo que nos encanta una sobremesa.
Cuál es la compra más sostenible
Le pregunto por la mejor opción para un consumo más sostenible en la ciudad y no duda en recomendar la compra directa a los agricultores. Así, nos dice, ni siquiera tienes que andar preocupándote por procedencia y temporada: lo que hay en la caja, es lo que ha dado la tierra y tienes garantía de kilómetro cero. Sin olvidarse del impacto positivo en la economía:
“Fomentar la continuación de este tejido que se está creando de agricultores con canales de venta directa es superimportante para salvaguardar la huerta y que la gente pueda seguir dedicando profesionalmente a esto”, reivindica.
Los clichés
“Hay una cosa que me da mucha pena y rabia a la vez, y es que la gente piensa que un agricultor, lo es porque no ha podido llegar a ser otra cosa”. Sobre los falsos mitos que rodean a la gente de campo, Ana no duda en abrir en canal este cliché, que es, en realidad, un gran bulo.
Nos cuenta como últimamente se ha estado formando en agroecología y ha podido profundizar en la biología, química, física y meteorología que rodea a un cultivo.
“Es un saber que se ha ido trasladando de generación en generación, porque los agricultores no eran ingenieros agrónomos, pero tenían que saber. Venga por universidad o sea generacional: es saber”.
La huerta urbana
Para ella la defensa de la idiosincrasia de la agricultura valenciana es algo “innato” y ha formado parte de su educación. Por eso, nos cuenta orgullosa cómo su padre le enseñaba de pequeña a plantar cacahuetes. “Sobrevivir, sobreviviremos porque tenemos un terreno cultivable y un clima maravilloso, al lado de la ciudad”.
…
La novela ‘Crematario’ de Rafael Chirbes es un escupitajo a ese momento de nuestra historia reciente en el que heredar los terrenos cultivables significó salir perdiendo. Ahora, resultaría mucho más conveniente llevarse las parcelas yermas más cercanas a la costa: un billete en primera clase al pelotazo urbanístico.
Me acuerdo de ello cuando Ana dice, entre risas, que lo que ha ocurrido con el ladrillo en Levante es “casi terrorista”. Porque solo la tierra agrícola nos garantiza un futuro a todos. Una tierra de la que comer y en la que vivir, siempre que la cuidemos.